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jueves, 14 de octubre de 2010

Diálogo.



- ¿Pues sabes lo que te digo yo? Que no sé para que tengo la capacidad de pensar y razonar si cuándo debí usarla, no fui capaz.

-¿Por qué dices eso Claries?

- ¿Acaso crees que no tengo motivos?

- Seguramente los tengas pero en esa afirmación hay una elevada dosis de pesimismo y resentimiento.

- Quizás lleves razón, más de una persona me ha asociado y caracterizado como una persona negativa. Pero no te preocupes, estoy acostumbrada. Sin desviarnos del asunto comenzaré a explicarte el por qué de esa frase.

-Comienza, soy todo oídos.

- Madame no he aprendido lo suficiente, no sé absolutamente nada de lo que creía saber. Siempre me inculcaron unos valores y unos principios desde pequeña y entre ellos hubo uno que no tuve en cuenta. No fui cautelosa, y como consecuencia de ello, me rodee de personas que con el paso del tiempo se esfumaron en un abrir y cerrar de ojos. Pero lo más doloroso fue el rastro y la infinidad de recuerdos que me dejaron. Recuerdos que aquí, sentada en este columpio, duele recordar. Hace tiempo ellos fueron la causa de muchas de mis sonrisas e ilusiones y mira ahora, son los mismos que provocan inundaciones en mis lagrimales y un inmenso dolor en mis entrañas.

-Siempre has sido una niña valiente y luchadora para nosotros, ahora pasa el tiempo y eso es solo una consecuencia más del avance hacia la madurez. Según transcurra el tiempo, iras descubriendo que la vida no es un camino recto con un guión establecido. Tendrás que sucumbir ante los estragos del tiempo y levantarte cada vez que tropieces.

- No estoy dispuesta. Apenas tengo dieciséis años y ya me he cansado de observar esta cruel sociedad, y la hipocresía que por ella desfila.

-Querida niña, eso es tu opinión en base a tu experiencia pero no siempre pensarás de la misma manera. Habrá días en los que querrás dar todo por perdido, en los que aparecerá un vacío en tu pecho y sentirás angustia, mucha angustia. Pero también habrá numerosos en los que creas que por simples y sencillos detalles merece la pena vivir. ¿Que sería de la felicidad sin la tristeza? Nada hija mía, nada. Son polos opuestos pero sin embargo, esenciales para su existencia.

- Llevas razón. Es solo que... a veces me gustaría retroceder en el tiempo y volver a ser esa niña de mirada clara y transparente que se conformaba con mínimos detalles, tales como una piruleta o con abrir regalos el día de reyes. Pero eso no era simplemente algo material, era mucho más que eso. Comprendía el sentirse querida, protegida y el vivir encerrada en una burbuja en la que nadie podía interferir sin su permiso. En definitiva, era soñar despierta. Ahora me doy cuenta sabes, volar solo nunca será un camino fácil.

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