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domingo, 14 de noviembre de 2010

El horizonte se presentaba oscuro, muy oscuro y el sendero lleno de abundantes piedras que incitaban constantemente a tropezar, provocando infinidad de heridas y lesiones. Me gustaría ser capaz de poder atravesar el recorrido volando, pero esta vez ya no es posible, se rompieron las alas y había que caminar como todo ser humano. Lejos habían quedado los tres metros sobre el cielo, las nubes de algodón. Ahora tocaba la parte agria y amarga, al menos para mí.

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