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sábado, 25 de septiembre de 2010

Tal vez no todo tiene un por qué o una razón de ser.

Algo que mi entrometida cabeza debería ser capaz de asimilar, pero que en numerosas ocasiones no lo hace.
Demasiada testaruda como para dejar que las cosas se sucedan sin conocer su mas detallado significado, como para dejarse llevar sin pensar en lo que eso conlleva , puesto que cuándo actúa así... siempre se presentan ante ella lo que conocemos como errores, meteduras de pata o dispares confusiones.

A pesar de ello, es hora de que empiece a considerar la idea de que hay aspectos que no se pueden cuestionar.

Que un abrazo es una muestra de afectividad, de cariño, de agradecimiento y que solo hay que saber darlos y recibirlos en el momento que se precise y a la persona adecuada.

Que una sonrisa, se puede regalar, se puede esconder, se puede utilizar como un método de defensa ante comentarios absurdos e hipócritas pero ante todo debe ser una manera de expresión de tu estado anímico y que si la fuerzas constantemente, dejará de tener algún tipo de sentido.

Que hay caricias capaces de conseguir que te sientas reconfortada junto a otro individuo y otras capaces de conseguir que un escalofrío recorra cada poro de tu piel y que la sangre fluya por cada arteria de nuestro cuerpo, a una temperatura extremadamente elevada.

Que hay silencios que resultan incómodos pero que siempre tienen algo positivo: son momentos para examinar las circunstancias que se han producido o las que te gustaría que tuvieran lugar, para presenciar una mirada dotada de la capacidad de hacerte estremecer, para admirar la belleza del lugar, de tu reflejo e incluso la belleza que crees desconocer del interior de otra persona.


Y lo más básico y esencial es que todo lo descrito anteriormente debería de ser los ingredientes de hasta la más mínima relación. Sin esos componentes la balanza nunca permanecería equilibrada y daría paso a situaciones desconcertantes e insólitas.
Aunque puestos a decir verdad, esas situaciones también se dan cuando disfrutamos de esa combinación. Pero así es el ser humano, un ser irracional que actúa por impulsos y que llega a confundir sentimientos que creíamos incuestionables.

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